Sopotocientos… ¿amigos?

No soy “tuitera”, confieso que carezco de las habilidades y sufro de todos los defectos para aprovechar correctamente este medio, cuyo impacto en la opinión y el comportamiento de los ciudadanos asusta. A Twitter lo veo como un perro pastor que conduce un rebaño de ovejas echando mano de una habilidad básica: comparar el número de ovejas en su finca con el de la finca de al lado, para entonces quedarse donde está o saltar la talanquera según le convenga. Por supuesto, se benefician el perro y el pastor que le da de comer pero ¿y las ovejitas? ¡Muy bien, gracias! Son felices pues no se dan cuenta de que ese perro que tanto las cuida es realmente un lobo: el influencer oculto bajo su tendencia de la semana.
La situación no sería tan preocupante si los influencers se ocupasen de lo suyo, pero...
• Eliécer Pinto Largondarrieta, historiador dedicado a la moda, no se limita a convencer a la gente de comprar botines plateados en vez de los estampados de leopardo que ya no son tendencia. Sus megatocientos seguidores le dan la autoridad profesional para proponer clases por Internet durante la cuarentena, como dice él que hacen en España, país avanzado.
• Pancho Moreno afirma, en beneficio de sus gigantocientos seguidores, que en Venezuela nadie tiene Internet y por tanto es mejor dar clases por televisión. Él sabe de eso porque es periodista de computadoras y panita de un vicepresidente del canal TeleEquis, que le contó que ellos montarían todo en un par de días si les diesen permiso.
• Sandra Chacón, escritora de libros que pocos han leído, pasa a desacreditar ambas alternativas ante sus sopotocientos seguidores porque en su humilde opinión, los maestros venezolanos no son universitarios; por tanto no sirven ni en vivo ni por vía remota. Además ella sabe mucho del tema aunque ahora vive en Berlín, sirviendo cafecitos con dibujos en la espuma porque Venezuela no comprendió su gran calidad profesional.

Si a alguna oveja negra (o sea, que es fiel sólo a sí misma) se le ocurre hacer alguna sugerencia como "¿Qué tal si desarrollamos contenidos cortitos para WhatsApp o Facebook y que papás y mamás puedan ayudar a sus hijos a estudiarlos con los smartphones que usan para el telepago en el mercado?" O tal vez "¿Qué tal si desarrollas algún contenido desde Berlín, ya que allí también hay cuarentena y tú sabes tanto?" Quizás "Sandra, ¿y si agradecemos a las maestras que te enseñaron a leer, escribir y calcular, porque gracias a ellas pudiste llegar a la universidad, y no fue por su culpa que hoy sólo puedas hacer cafecitos en Berlín?"
Entonces sucede lo que más me asusta de Twitter; Sandra Chacón echa mano de su argumento más aplastante: la bomba atómica de los argumentos, que pulveriza toda lógica: ¿Cómo? Tú sólo tienes veinte seguidores. ¡Tú no marcas tendencias! Y no importa cuán chatas o dañinas sean, las opiniones del lobo ya han sido retuiteadas automáticamente por sus cándidas ovejas y dan la vuelta al mundo ad infinitum. El lobo, con su sonrisa pérfida, seguirá trabajando en el crecimiento sostenido de su rebaño ¡perdón! quise decir intereses.

El diablo dice la verdad más a menudo de lo que se cree, pero tiene un auditorio ignorante (Lord Byron, según dicen por ahí)

Author: Rineixa Romero

Rineixa es maestra desde 1985, y ha hecho carrera en Educación Especial, Educación Primaria e idiomas (inglés, francés y español). Ha trabajado para la Fundación de Edificaciones y Dotaciones Educativas (FEDE), Vértice/Fundación Polar, UNESCO, Development Alternatives Inc. y otras instituciones en el diseño de programas escolares en Latinoamérica, África y el Medio Oriente (no es por casualidad, pues tiene un Bachelor of Science en Educación por la Universidad de Boston) Todo ese bagaje ha sido fundamental para el avance lingüístico de sus alumnos, pero además de eso, los niñitos la adoran por su amor a la poesía y las buenas lecturas.

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